Hoy se ha anunciado la fecha del referéndum en el que los británicos deben decidir si Gran Bretaña abandona la UE o si permanece en ella, bajo las nuevas condiciones que el Primer Ministro conservador David Cameron ha conseguido extraerles al resto de Estados miembros. Será el 23 de junio de 2016.
Destacados miembros del Partido Conservador se han alineado en las dos campañas antagonistas, la del Sí y la del No, las cuales están a su vez divididas en diversas facciones.
Por un lado, dos pesos pesados del Partido Conservador, Michael Gove e Ian Duncan Smith, están desde ayer galvanizando a los numerosísimos militantes y cargos conservadores que reclaman la Brexit (Salida de Gran Bretaña de la UE). El poderoso grupo mediático de Rupert Murdoch y periódicos como el Daily Telegraph no sólo apoyan la Brexit, sino que han contribuido durante años a crear y difundir toda suerte de mitos sobre la UE que han calado profundamente en una gran parte de la sociedad. Los rebeldes conservadores compartirán campaña con el otro partido de la derecha, UKIP, que fue creado precisamente como respuesta anti-europea y anti-inmigración a la tibieza de los conservadores euro-pragmáticos.
Mientras tanto, David Cameron y su Chancellor of the Exchequer, George Osborne, defienden el Sí huyendo instintivamente de aventuras geopolíticas arriesgadas. Recuérdese que hasta Obama va a apoyar la permanencia del país en la UE y que una parte importante de las grandes empresas británicas, hasta un 80% según el Financial Times, va a hacer lo mismo.
El alcalde de Londres, el conservador Boris Johnson, se ha decantado públicamente esta tarde por la Brexit. Su decisión es tremendamente importante no sólo por el gran respeto del que goza en todo su partido y entre parte del público. El pronunciamiento de Johnson nos da una idea de la brecha abierta en la clase empresarial británica en torno a la cuestión europea. Como alcalde de la City of London, mayor centro financiero del mundo, es indudable que Johnson cuenta con el visto bueno de las “instituciones financieras” privadas. La escisión de la clase financiera con respecto a la élite industrial se hace cada vez más patente.
¿Y por qué a los poderes financieros les interesa apoyar la Brexit en estos momentos? David Cameron no ha conseguido en sus negociaciones del fin de semana pasado el derecho a veto de los países de fuera de la Eurozona a las decisiones que se tomen en el núcleo duro de la Unión Monetaria. Eso tiene implicaciones para el sector financiero británico. Tarde o temprano el Euro necesitará una arquitectura política e institucional más firme. Inevitablemente se ejercerán competencias en materias que afectarán a la primacía de Londres como centro financiero en la UE (y que le darían a Frankfurt, su rival continental, el señoreaje que demanda). Además, los intereses de los operadores londinenses, que en realidad carecen de nacionalidad, estarían también en juego si hubiera algún tipo de acuerdo en torno a la deuda entre los países de la Eurozona, lo cual sería posible también sin contar con Gran Bretaña. Por eso, una parte de la City of London, después de muchos años de ambigüedad silente, confirma ahora su órdago secesionista. La reformulación de la gobernanza del Euro aún no ha madurado, la salida de Gran Bretaña provocaría un gran choque que paralizaría la Unión y generaría incertidumbre en torno al euro y a la libra. Debilitar a los Estados es la estrategia de una deudocracia cuyos intereses se alejan cada vez más de los de la economía real.
La única conclusión esperanzadora de todo esto es la constatación, una vez más, de que el “Establishment” o clase dominante de un país no es un bloque homogéneo que actúa siempre con un propósito común. La izquierda en Europa debe aprender a entender y usar estas divisiones.