Rectificar es de sabios

El nuevo portavoz parlamentario de economía del Partido Laborista, John McDonell, un economista brillante comprometido con la justicia social, anunció el 25 de septiembre que su grupo parlamentario apoyaría el compromiso fiscal del gobierno conservador, parte de su Budget Charter, o Carta Presupuestaria, y anunció que votarían a favor.

El “compromiso” consistía en obligar al Estado legalmente a no incurrir en déficit en ciclos económicos “normales”. La decisión de qué es “normal” quedaría en manos de la llamada Oficina de Responsabilidad Presupuestaria que, a día de hoy, establece que si la economía crece por encima del 1% anual, hay “normalidad”. (Sobre el tema del crecimiento económico escribí algo interesante hace poco: “Crecimiento sin Empleo”).

El apoyo de los laboristas a la Carta Presupuestaria desconcertó a mucha gente en la izquierda real. La mayoría de comentaristas lo interpretaron como un gesto conciliador de los laboristas de cara al público y al establishment: los laboristas son gente responsable que nunca gastará por encima de las posibilidades del Estado. Yo mismo lo defendí (“Living within our means?”) como algo que no era necesariamente malo porque pienso que el compromiso de no gastar más de lo que se tiene también obliga a recaudar mucho más, no sólo a contener el déficit. Y aquí en Gran Bretaña hay tantísimo por recaudar… Somos la oficina central de los paraísos fiscales.

Sin embargo, y para sorpresa de todos, el portavoz de Economía Laborista anunció el lunes 12 de octubre que su grupo parlamentario iba a votar en contra de ese compromiso, que habían cambiado de opinión. John McDonell explicó muy bien por qué habían tomado esa decisión y creo que tiene mucha razón tal y como lo presenta. Hay coherencia.

Este U-turn (“giro de 180 grados” en inglés) ha sido criticadísimo por los medios británicos que están, unánimente, en contra del nuevo líder laborista, Jeremy Corbyn, que fue quien nombró a McDonell arropado por un masivo apoyo de las bases de izquierda. Por cierto, La postura de los medios, que dependen de los bancos, de las empresas anunciadoras y, en el caso de la BBC, de un Partido Conservador que ha amenazado con recortarle su autonomía, no es de extrañar. Corbyn es un socialista real, no como Tony Blair y su panda. (Ojalá en Inglaterra tuviéramos algún medio de comunicación que decidiera destetarse del capitalismo financiero, como en España ha sucedido con algún periódico en línea. Otro gallo nos cantaría, aquí y en Europa).

Pero es que además en nuestra sociedad británica cambiar de opinión está muy mal visto. Los británicos son unos fanáticos de la previsibilidad. Por eso les gusta la puntualidad, la planificación detallada, la prevención de riesgos, los seguros, las estadísticas, todo tipo de anuncios y avisos… La indignación de mucha gente por el viraje de los Laboristas se debe sobre todo a que rompe con esa convención social y cultural que a veces explica esa amable cabezonería de los europeos del norte. Las palabras que se usaron para valorar el viraje laborista eran muy fuertes. Incluso los más refinados, en una sociedad donde la mesura expresiva es un atributo de las clases medias y altas, usaban términos como “shambolic” (caótico, incompetente, desastroso).

Pues bien, yo le doy la bienvenida a esta nueva forma de hacer política sabía, valiente y sin prejuicios: los errores más estúpidos que cometemos son los que no rectificamos.

Espero que en España, donde somos campeones mundiales de la genial improvisación (la coherente), la gente no se avergüence de rectificar en las elecciones del 20-D.

Tony Martin-Woods 2015

CC BY-NC-SA

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Crecimiento sin empleo

El capitalismo se caracteriza por sus crisis cíclicas: crecimiento del PIB, recesión y vuelta a crecer.

Sin embargo, en la versión contemporánea del capitalismo se produce un fenómeno muy preocupante: las mal llamadas “recuperaciones” del crecimiento no vienen acompañadas de una recuperación de los niveles de empleo (jobless recovery).

Clayton Christensen, prestigioso catedrático de Administración de Empresas de la Escuela de Negocios Universidad de Harvard, nos explica por qué en este video (está en inglés pero es muy claro y didáctico). Yo os ofrezco, debajo del vídeo, un resumen del principal argumento de Christensen con una interpretación y conclusión propias.

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Las “inversiones empoderadoras” (en innovaciones que llevan a nuevos productos y a crecimiento), y las “inversiones sostenedoras”, las que simplemente mejoran los productos existentes y que también generan algo de empleo, están últimamente en retroceso en nuestra economía global.

¿Por qué?

El capital inversor en los últimos 10 años se está dirigiendo, salvo en unos pocos sectores, mayoritariamente a las innovaciones para la eficiencia. Estas “inversiones para la eficiencia” no crean nuevos productos ni los mejoran para el consumidor, sino que persiguen al abaratamiento de procesos y otros costes, lo cual conlleva una reducción del empleo.

Aunque estas “inversiones para la eficiencia” liberan capital que bien podría redirigirse a “inversiones empoderadoras”, esto no sucede así en la práctica hoy día. Ello se debe a otro fenómeno llamado la “financiarización” del capitalismo, es decir, la exigencia de que la obtención de rendimiento financiero seguro sea el principal criterio rector de toda la actividad empresarial en la producción de bienes y servicios.

Nos puede parecer lógico y obvio que la maximización del rendimiento sea importante, no lo dudo, pero no puede continuar siendo el principio máximo ordenador de la actividad empresarial. De hecho, las etapas de esplendor económico del Siglo XX se caracterizaron por “inversiones empoderadoras” e “inversiones sostenedoras”.

Entonces, ¿Cómo conseguir que las empresas cambien de forma de actuar?

¿Montamos cursillos de formación gratis para contables y directores de empresa? ¿Exigimos más regulaciones prohibiendo cosas? ¿Damos incentivos fiscales a las “inversiones empoderadoras”, lo cual tiene un coste para el contribuyente y supone una forma de subsidio? ¿Obligamos a las empresas a repartir el trabajo y que trabajemos menos por el mismo dinero?

Para llevar a cabo un intento mínimamente serio de controlar a las empresas sin coartar la libertad individual, que es sagrada, harían falta campañas educativas y de concienciación, toneladas de regulaciones, millones de funcionarios, billones de horas de reuniones para legislar y aplicar esa legislación, y es dudoso que funcionara. Como dicen en mi tierra, “mucho follón, pa ná”.

Entonces, amigo ¿Quién le pone el cascabel al gato?

Es imposible hacerlo. El capitalismo, que de joven fue rebelde, es un viejo ciego y sordo, pero muy listo y exigente. Por eso continúa perfeccionándose mientras camina victorioso hacia su propio desastre.

Realmente, la única forma de superar sin más dolor la crisis global del capitalismo es montar nuestras propias empresas, en forma de cooperativa o de propiedad común pública, y recuperar, sin acritud y de forma democrática, la soberanía sobre los bancos centrales, para así poder hacer las cosas como pensamos que se deben hacer, por el futuro de nuestras familias y el bien de nuestros pueblos. Pero de eso hablaremos otro día.