Con Corbyn, sí se puede

La victoria de Jeremy Corbyn es un acontecimiento de magnitud histórica para Gran Bretaña y para Europa. Después de casi dos décadas de confusión (o perversión) ideológica, el Partido Laborista puede reivindicar de nuevo como suyos los valores de la decencia, la justicia, la tolerancia, la compasión y el juego limpio (estos valores se los había apropiado furtivamente la derecha, dándoles el controvertido nombre de “valores británicos“). El apoyo masivo y el entusiasmo popular que Corbyn ha generado hacen que me sienta muy orgulloso de ser parte activa de la vida de este país.

Hay mucho trabajo por delante. En este país no es oro todo lo que reluce. La desigualdad campa a sus anchas. El tener trabajo no te saca de la pobreza. Hay mucha ignorancia debido al poder abrumador de los medios de comunicación nacionalistas de derechas. El establishment político, mediático y financiero británico es tan corrupto como el de España, y mucho más influyente e interconectado globalmente. Las puertas giratorias y los pelotazos son el pan nuestro de cada día en los Tories (la derecha). Los partidos pueden aceptar donaciones de millonarios y empresas a cambio de todo tipo de favores. Las corporaciones se organizan fiscalmente de manera que pagan impuestos, muy pocos, “a la carta”. La diferencia con el comportamiento de “La Casta” en España es que aquí en el Reino Unido la corrupción es mucho mas fina y sutil, está solo al alcance de una minoría de privilegiados y opera en un régimen legal que hace imposible perseguirla. La gente de a pie no podemos, ni queremos, ser corruptos. El sistema (legal y cultural) lo impide. A quienes tengan curiosidad por este tema les recomiendo que lean la famosa revista “Prívate Eye”.

Las implicaciones para Europa de estos resultados son importantes. Corbyn y los que le apoyamos queremos una UE al servicio de la gente, no de las grandes corporaciones, y estamos convencidos de que para tener una Europa próspera, justa y feliz, hay que reclamar la soberanía financiera para nuestros Estados y pueblos y para la Unión en su conjunto. Eso solo se consigue con cambios políticos que pongan a la gente como protagonistas de su destino.

¿Qué debe hacer Corbyn ahora?

Como dije en en otro artículo, The Corbyn Identity, su prioridad debe ser la reforma de los procedimientos de participación política dentro del Partido Laborista. Es necesario abrirse mucho más a los miembros, simpatizantes y afiliados del Partido Laborista (hay tres formas de militancia en estos momentos) y al resto de la sociedad. Pero este cambio no urge solo por una cuestión de principios. La única forma de conseguir que los diputados laboristas que defienden unas políticas y un discurso de centro (muchas veces por razones de estrategia) se sumen a este proyecto de justicia y dignidad de Corbyn es someterlos, a través de la democracia interna, al escrutinio y al mandato democráticos. En este país a las élites les gusta presumir de ser ejemplo de democracia, entre otras cosas para mantener al pueblo engatusado. Gran Bretaña como faro del mundo libre. A los medios y políticos de derechas les resultará difícil justificar sus críticas a un Corbyn volcado en agendas democratizadoras.

¿Y las reivindicaciones políticas, sociales y económicas? ¿Debe Corbyn descuidarlas en su trabajo parlamentario y de comunicación pública?

No. Lo que sugiero es que “descentralice” mucho el debate público sobre temas económicos y sociales. Que permita que sea su propia militancia, los expertos y las organizaciones sociales y políticas progresistas las que lideren esas conversaciones y reivindicaciones. Que sea el tejido social que respalda las políticas de Corbyn el que lleve la voz cantante. Y que Corbyn y el laborismo escuchen esas demandas y las traduzcan en clave parlamentaria, durante los próximos cuatro años de oposición, pero siempre reconociéndolas como demandas populares. Como en mi anterior sugerencia, esto no es solo una cuestión de principios: Corbyn necesita contrarrestar la imagen de visionario quijotesco y solitario que la prensa de derechas, dominante, le ha asignado y que forma parte de toda una narrativa de descrédito ideológico al que nos tendremos que enfrentar con uñas, dientes y cabeza.

Es hora de la gente en Gran Brataña y en Europa.

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